Fuerte «San Miguel»
1733
El alférez de Dragones Esteban del Castillo enfrenta a los portugueses que habían sobrepasado la barra del río Grande y emplaza en las adyacencias del arroyo San Miguel una precaria posición fortificada, construida con tepes (tierra apisonada y paja), desde donde se puede vigilar el camino de la Angostura, única vía transitable cercana a la costa atlántica.
1737
El gobernador de la Capitanía de Río de Janeiro, Gomes Freire de Andrade, encomienda al brigadier José de Silva Pais la misión de garantizar a la Corona portuguesa la posesión de las tierras ubicadas al sur del actual Brasil. Durante el avance, este ingeniero militar portugués construye el Fuerte Jesús, María, José, núcleo de la Colonia de Río Grande de San Pedro, y el de Santa Ana, sobre la Laguna de los Patos. Finamente, el 17 de octubre de 1737, funda una tercera fortificación en una formación pedregosa y dominante, lindera al arroyo San Miguel. En principio ese reducto cuadrado, con dos baluartes y dos medios baluartes, se construye utilizando tepes y piedra irregluar, con edificaciones internas de palo a pique y paja. Tiempo después, es reedificado con piedra “en seco” y artillado seis cañones.
1740
El fuerte presenta su configuración definitiva de cuatro baluartes, según el sistema desarrollado por el ingeniero militar francés Sébastien Le Prestre de Vauban, con un perímetro de 300 metros.
1763
Durante la primera expedición de Pedro Antonio de Cevallos a Río Grande (1762-1763), luego de tomar Colonia del Sacramento, el gobernador de Buenos Aires avanza hacia Maldonado y el 19 de abril recupera la Fortaleza de Santa Teresa. Asegurando este reducto, envía al capitán Alonso Serrato al frente de 150 hombres con el fin intimar la rendición del Fuerte de San Miguel. Ante la amenaza de ser pasados por las armas, el capitán portugués Joao Alves Ferreira y sus setenta soldados entrega la plaza, una bandera, quince cañones, dos morteros, 3756 proyectiles de artillería, 89 bombas y 80 quintales de pólvora. Los prisioneros son enviados en dos contingentes a Maldonado.
1772-1775
En 1722, el ingeniero militar español Bernardo Lecocq realiza un relevamiento de la fortificación y, tres años, después, ejecuta obras de refuerzo que incluyen la finalización del foso que rodea el fuerte.
1792
El ayudante de ingeniero José Pérez Brito presenta un nuevo plano del Fuerte con las reparticiones a efectuar. L pérdida de relevancia de San Miguel dentro del sistema defensivo de la Banda Oriental lo convierte prácticamente en una guardia avanzada de Santa Teresa, de mayor envergadura y construcción más resistente.
1811
Durante la invasión portuguesa de 1811 en auxilio del virrey Francisco Javier de Elío, situado en Montevideo por los revolucionarios de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Ejército Pacificador de la Banda Oriental arriba el 30 de agosto a la barra de San Miguel, dejando una guarnición
1825-1828
Durante el desarrollo de la Cruzada Libertadora (1825) y la Guerra de Brasil (1825-1828), San Miguel es ocupado ocasionalmente por tropas del Ejército Imperial brasileño y del Ejército Republicano de las Provincias Unidas. La única acción militar ocurrida en ese período en las cercanías del fuerte es el combate naval y terrestre, acaecido el 21 de enero de 1828 entre la barra de San Miguel y el paso homónimo. El hecho de armas se inicia con el enfrentamiento entre el corsario oriental Ituzaingó y dos embarcaciones imperiales que, viéndose acorraladas, son abandonadas por su tripulación, luego de preparar su voladura. Horas después, el coronel Leandro Olivera combate contra doscientos y cien jinetes imperiales en el paso de San Miguel, dispersándolos sin sufrir bajas.
1923-1933
Comienzan los estudios para la restauración de la Fortaleza de Santa Teresa, mientras que el Fuerte de San Miguel permanece como un campo de ruinas a la espera de su posible reconstrucción
1937
El 29 de octubre, el fuerte es declarado Monumento Nacional y el área que lo rodea, Parque Nacional. Finalmente, se inician las obras de restauración que culminan una década después. En la recuperación del conjunto edilicio se destaca una especial preocupación por el interior del mismo, lo que permite la creación de un museo de sitio.
1981
El fuerte pasa a depender del Departamento de Estudios Históricos del Estado Mayor del Ejército y se organiza como Museo Militar.