Uniformología
UNA BREVE RESEÑA DE LAS CONDECORACIONES DEL EJERCITO NACIONAL
Lic. Alicia B. Otero
Cap. (Eq) Mag. José M. Olivero
Introduccion
Una síntesis de la historia del uniforme en el Ejército Nacional es de por sí un reto, pues salvo trabajos parciales nos se ha realizado ninguna gran síntesis de la rica tradición uniformológica de esta institución, habiéndose sí publicado artículos parciales o síntesis, que como ésta, resalta algunos aspectos dejando otros de lado.
Debemos en este caso rendir un merecido homenaje al artista plástico y uniformólogo Alfredo Sansón, el cual desarrolló un importante volumen de su trabajo en el marco del Departamento de Estudios Históricos del Estado Mayor del Ejército. Aunque lamentablemente fallecido en 1983, su obra constituye una muy completa muestra de los uniformes militares de estas tierras; desde los del Ejército Español en el Río de la Plata, hasta los correspondientes al Ejército Oriental y Nacional.
Su desaparición física nos dejó con la falta de una figura señera por la profesionalidad de su trabajo.
Como homenaje y como ilustración del tema tratado una colección de materiales realizados por este insigne uniformólogo, que compuso como una síntesis de la evolución de los uniformes del Ejército Nacional, abarcando el período que transcurre desde la independencia del Estado uruguayo hasta la década de 1970, se ha colocado en este sitio junto a ejemplos individuales del Período Artiguista y Cruzada Libertadora
Realizada esta digresión, y retornando a nuestro tema, debemos comenzar por considerar algunos aspectos generales:
El vocablo “uniforme” es un neologismo latino, proveniente de las palabras “unus” y “forma”, que nos aproxima al concepto de igualdad en la vestimenta de personas que pertenecen a una misma institución o cumplen similar función. Pero realmente su uso no es muy remoto, pues no puede rastrearse hasta más allá de las últimas décadas del siglo XVII. Incluso en un principio únicamente sirvió para denominar al atavío del oficial, mientras que el de la tropa solía llamarse “vestuario”, tal como afirma el general Almirante en su Diccionario Militar publicado en 1865.
La comunidad, siquiera relativa, en la vestimenta, ha constituido también un elemento de ayuda permitiendo que los miembros de los cuerpos armados se sientan parte de una unidad que, con la instrucción, asegura la acción coordinada y el sentimiento de cuerpo que ayuda a optimizar la función guerrera.
Relacionado con lo anterior, el uniforme militar se convierte en una prenda que se considera esencial para identificar al miembro de una fuerza, por lo cual se limita su uso general, incluso dentro de la misma. Estas limitaciones han variado pero en general se refieren a quienes ya no pertenecen a la institución armada. Como ejemplo, las únicas prohibiciones de uso que aparecen expresamente establecidas en el primer Código Militar uruguayo aprobado en 1884, son el artículo 494 para los retirados y el 497 para la situación de reforma.
Siguiendo a los autores militares del siglo XIX, incluido el referido general Almirante, el uniforme debía cumplir una serie de pautas para ser efectivo: Debe ser cómodo, para facilitar la movilidad del soldado. Relacionado a lo anterior, que no sea pesado, dificultando los movimientos en campaña y marchas de quien lo porta. Higiénico, entendido en dos sentidos: dando un aspecto honorable al soldado y minimizando la posibilidad de infecciones. Barato, permitiendo que su confección sea viable para uniformar un ejército, así como su reposición una vez desgastado. Abrigado, asegurando protección a quien lo porta contra las inclemencias del tiempo en campaña. Que sea llamativo, sin que esto significara que se convirtiera en blanco destacado en el campo de batalla, y que no quedara fuera de las normas de vestir de la época.
Con una carga de teatralidad en su diseño, los uniformes estaban destinados a identificar fácilmente a los soldados, pero también a atemorizar al enemigo. Por esta causa tenemos los elementos vistosos, así como los distintivos jerárquicos y de especialidades, como el caso de los granaderos considerados como tropas de elite. El camuflaje, la pérdida del soldado por mimesis con el terreno, se ha impuesto fundamentalmente a partir de fines del siglo XIX y en especial a partir de la Segunda Guerra Mundial. En estos casos, para el observador actual el “camuflado” da un mensaje de carácter guerrero relacionado con fuerzas armadas, cuando en el pasado se podría haber asociado a actividades de caza.
El uniforme no constituye un elemento separado de la sociedad, siguiendo en su diseño los usos de cada época, con las adaptaciones correspondientes a la finalidad profesional a la cual están dedicados. Con su evolución, y siguiendo esta premisa, el uniforme ha evolucionado simplificándose la cantidad de tipos y diseños.
En este proceso, en los uniformes militares encontramos por lo general tres tipologías:
- Uniformes de batalla u operaciones.
- Uniformes de cuartel o fajina para el uso diario.
- Uniformes de gala, utilizados en ceremonias oficiales, recepciones, y otras ocasiones solemnes
Aún esta división tripartita se ha ido simplificando y se confunden los modelos básicos de uniforme de cuartel y de operaciones.
Finalmente, debemos realizar una precisión importante: para la reconstrucción de los uniformes antiguos, en especial los correspondientes al siglo XVIII y XIX, siempre hay un amplio espacio para la interpretación. En este punto, el uniformólogo debe basarse en testimonios escritos y visuales de la época junto a los reglamentos cuando existen, pues estos, como veremos, en general son sumamente sintéticos, dándonos los aspectos generales de definición de grados y características, sin la precisión de los actuales donde se establecen incluso los tamaños en centímetros y milímetros de diferentes partes de los mismos. Un caso de este tipo se da con el primer uniforme de una fuerza propia del territorio oriental, la de los “Caballos Coraza” del cual fue jefe el abuelo del general José Artigas,¿usaban coraza de metal o cuero?, ¿sombrero o casco?, ¿la coraza tenía peto y espaldar o solo peto? Estas son solo algunas de las preguntas que han surgido y que se han interpretado de diferentes maneras. En otros casos, cuando el reglamento solo dice “morrión con guarniciones”, se deben ir a la información complementaria de restos o documentos y en último caso, estudiar lo acostumbrado en tradiciones uniformológicas relacionadas de otros países.
A esto se suma que en numerosas ocasiones, y en el siglo XIX se lo menciona expresamente en algunos casos, los uniformes se utilizaban “hasta su extinción” superando su vida el período del reglamento original, y usándose simultáneamente con el nuevo mientras no dejaran de ser utilizables por desgaste.
Realizadas estas pequeñas referencias, que merecerían un mayor desarrollo, comencemos con la evolución de la uniformología del Ejército en Uruguay.
En esta amplísima acepción, el uniforme como tal precisamente comienza a desarrollarse con gran fuerza a partir de los siglos XVII y XVIII, momento en que comienza la ocupación efectiva de nuestro territorio, siendo los portugueses y españoles los primeros en utilizarlos en el mismo. Por su complejidad y por escapar al tema principal de nuestro estudio, comenzaremos con los uniformes de la Patria Vieja, que sin embargo tienen una estrecha relación con el periodo anterior.
De la Cruzada Libertadora a la independencia
El período inicial: la Patria Vieja
Los estudios uniformológicos publicados con respecto al período han sido casi inexistentes fuera de algunas imágenes con un viso más o menos histórico según su realizador.[i]
En este sentido no podemos menos que referirnos al actual uniforme de “tradición histórica” del Regimiento “Blandengues de Artigas” de Caballería Nº 1, el que es considerado por la mayoría como una auténtica reconstrucción del original. En realidad se trata de una reconstrucción de 1910, basada en la supuesta imagen de Artigas ideada por Juan Manuel Blanes sin fundamento documental ni de otra naturaleza. El reglamento de uniformes de 1916 consagró este modelo, agregando impropiamente la casaca abierta exhibiendo el chaleco; todo muy en contradicción con los usos de la época.
Concentrándonos en el período, no se conoce ningún reglamento de uniformes referido al ejército artiguista. En consecuencia, debemos basarnos para la reconstrucción de los mismos en referencias, muchas veces escueta, en documentos de la época.
Al constituir un período de excepción, la Patria Vieja dura solo 10 años, casi todos en guerra abierta, la obtención de uniformes fue por lo menos problemática, obligando a una gran simplicidad tanto por facilidad de realización como por economía de costos.
A esto debemos agregar que desde la ruptura de Artigas con Buenos Aires a comienzos de 1814 se perdió la posibilidad de obtener uniformes de ese origen, salvo por captura de suministros o robo a los prisioneros y muertos enemigos.
Sabemos, por la documentación administrativa de la época, que las tropas artiguistas, a pesar de encontrarse desarrapadas, mantenían en lo posible un aspecto formal, al considerarse por el mismo general Artigas que el uniforme constituía un elemento fortalecedor del espíritu de cuerpo de cada unidad y del ejército en su conjunto junto con la instrucción continua de sus integrantes.
Esta característica hace difícil caracterizar los uniformes así como los aspectos distintivos de unidades.
En los uniformes encontramos en general la dominancia de casaca y pantalones (cuando los hay) azules con vivos rojos. Para los dragones, y al igual que se había utilizado en el ejército español y luego se usará en la Cruzada Libertadora, se utiliza el amarillo como divisa.
Por otro lado, y dentro de la adaptación a un medio de cortos recursos y a la falta de costumbre de uso de prendas militares por los soldados. En numerosas referencias aparece sustituido el pantalón por el chiripá, clásico de la vestimenta en la población rural del área. La casaca, con una sola fila de botones, posiblemente metálicos, tenía collarín (cuello) y bocamangas (parte final de la manga), rojas. A pesar de ellos, sabemos de uniformes de oficiales con collarín y bocamangas también azules, utilizando como símbolo de mando una faja de color rojo en la cintura.
Por otro lado tenemos referencia a uniformes con casacas rojas, una de las cuales recibe Artigas en Purificación.
Dentro de la variedad de medios, sin embargo, no carecemos de información con respecto a uniformes lujosos, como el que ordena realizar el Coronel Fernando Otorgués cuando era gobernador de Montevideo en 1815.
Asimismo encontramos referencias a realización pagando o en base a donaciones, de gran número de uniformes o “vestuarios” como se decía en la época, como ocurre en 1815 para los Dragones o las Milicias de Cívicos. Es especialmente interesante un oficio del Gral. Artigas fechado en Purificación el 19 de julio de 1816 y dirigido al Cabildo de Montevideo comunicando que en breve saldría a dirigir las operaciones de sus tropas contra los portugueses que se movían desde Porto Alegre. Entre las previsiones que establecía, se encontraban las órdenes para el embargo y venta de los intereses de Portugal y los portugueses
“….. que no siendo notoriamente desididos por el Sistema [de los pueblos libres] y avecindados merezcan esta pena…” Con el dinero que se debía obtener establece que “…queda al cuidado de V.S. mandar hacer hasta quatromil vestuarios completos, que deben hacerse y pagarse con el producto de estos intereses —– A este fin escribo igualm.te á mi delegado para que todo se haga con la brevedad y escrupulosidad posible…..”[ii]
Los cubrecabezas, eran morriones de suela o charol, siendo más comunes los gorros de cuartel, posiblemente de plato, con una forma general a una boina sin visera, o “de manga”, en azul con vivos rojos y quizá, como elemento decorativo, un pompón en la punta de color rojo, amarillo o dorado.
El calzado, según la documentación disponible, podía consistir en botas cortas para la infantería y altas para la caballería; o en su caso zapatos, pero en este caso acompañados del “botín”, que no era más que una polaina de paño o lienzo que protegía hasta la rodilla, o aun parte del muslo.
El correaje, color blanco o avellana, se utilizaba cruzado para la tropa, teniendo los oficiales un cinturón de donde pendía la espada.
Para protegerse de las inclemencias del tiempo, en vez de capa, como se estilaba en la época, se utilizaría mayoritariamente el poncho, también tomado de la vestimenta del ámbito rural regional.
Tenemos de la época más álgida de la acción artiguista un testimonio muy interesante, el de los hermanos Robertson, comerciantes ingleses que actuaban en esta región. La retención por parte de las fuerzas de Candioti en Bajada de parte del cargamento dirigido a Paraguay, incluidos los uniformes, a pesar de las ordenes de devolución de todo lo tomado por el general Artigas, creó las condiciones de la visita de los comerciantes ingleses a Purificación.
Al llegar al cuartel general, realiza la conocida descripción de la habitación donde se encuentra el general Artigas con sus secretarios y ayudantes “…oficiales mal vestidos…”, recibiendo correos de todas las regiones relacionadas a su autoridad, ambiente que define de una manera muy pintoresca
“…Era una reproducción acabada de la cárcel de la Bajada, exceptuando que los actores no estaban encadenados, ni exactamente sin chaquetas…”. [iii]
Crea una interrogante la mención a las chaquetas, ¿quizá indicando que tenían símbolos de grado, o porque se la habían quitado en Bajada? Cuando luego salieron a recorrer el cuartel general con Artigas y su séquito, refiere la falta de formalidades castrenses en el trato, salvo para Artigas, en el trato, pero no en sus vestimentas.
Por otro lado, al describir a los 1.500 “secuaces” en el campamento, tropas de infantería y caballería indistintamente hacen referencia un somero uniforme sin dar detalles de diseño o colores lamentablemente
”….Poco mas necesitaban. Chaquetilla y un poncho ceñido a la cintura a modo de “kilt” escocés, mientras otro colgaba de sus hombros, completaban con el gorro de fajina y un par de botas de potro, grandes espuelas, sable, trabuco y cuchillo….”[iv]
No deja de llamar la atención la mención a un “gorro de fajina”, lo que nos estaría indicando que el propio redactor de la carta había visto otros que no lo eran; indicio que nos lleva a barruntar que los uniformes que se usaban en su presencia no eran los únicos de que estaban dotados los artigueños.
Fuera del ámbito de Purificación, son por lo demás interesantes una de las dos descripciones del conocido Pedro Campbell, comandante de la flotilla correntina y misionera del Paraná, donde se destaca la mixtura de prendas civiles y militares:
“Hallándome sentado una tarde bajo la galería de mi casa, llegó hasta muy cerca de mi silla un hombre a caballo: era un tipo enjuto, huesudo, de torvo aspecto y vestías como los gauchos, llevando además dos pistolas de caballería y un sable de herrumbrosa vaina pendientes de su sucio cinturón de cuero crudo. Tenía la patilla y el bigote colorado, el pelo enmarañado del mismo color y formando greñas espesas debido al sudor y el polvo que lo cubría; el rostro requemado por el sol parecía casi negro y estaba cubierto de ampollas hasta los ojos; grandes trozos de piel abarquillada pendían de los labios resecos, a punto de caer. Llevaba un par de aros en las orejas y vestía gorra militar, poncho andrajoso y chaqueta azul con vueltas rojas muy gastadas; ostentaba también un gran cuchillo con vaina de cuero, botas de potro y espuelas de hierro con rodajas de una pulgada y media de diámetro…”[v].
Es interesante que la primera impresión de la imagen de Campbell es la de un gaucho, pero visto con mayor detalle se destacan una chaqueta de uniforme y una gorra, lo que de alguna forma servía mínimamente para distinguir a las fuerzas a las que pertenecía[vi].
Por otro lado tenemos el testimonio del presbítero Dámaso Antonio Larrañaga, que nos describe un uniforme muy simple, sin vivos y con una faja como único distintivo jerárquico.
Cuando la comitiva llegó a Mercedes el 10 de junio de 1815, fue alcanzada por el comandante Fructuoso Rivera, el cual le causó al sacerdote una buena impresión dándonos una sucinta descripción de su uniforme y el de sus oficiales:
“su traje era sencillo de bota a la inglesa, pantalón y chaqueta de paño fino azul, sombrero redondo, sin mas distintivo que el sable y faja de malla de seda color carmesí. Este mismo traje vestía su ayudante. En todo guarda una perfecta igualdad estos oficiales, y solo se distinguen por la grandeza de sus acciones, y por lo que solamente se hacen respetar de sus subalternos. Detestan el lujo, y todo cuanto pueda afeminarlos.”[vii]
Como se puede observarse, los uniformes son sencillos, pero correctos y con cierta elegancia en sus piezas.
El mismo sacerdote más adelante describe también la vestimenta de Artigas cuando le recibió el Paysandú, aclarando que no viste como militar:
”…En nada parecía un general: su traje era de paisano, y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul sin vivos ni vueltas, zapato y media blanca de algodón, sombrero redondo con gorro blanco y un capote de bayetón eran todas sus galas, y aún todo esto pobre y viejo…”[viii].
Aquí nos encontramos con un personaje ataviado exclusivamente a la moda civil, costumbre muy propia entre los militares de la época, sin embargo no debemos de dejar de considerar que en esos momentos la actividad exclusivamente militar de Artigas estaba reducida a un plano secundario frente a sus acciones políticas con reuniones con delegados del gobierno de Buenos Aires. De todas formas el P. Larrañaga parece que en este escrito tiene la intención de destacar la humildad y sencillez de sus amigos; cosa que podría muy bien contribuir a reforzar una apropiada imagen frente a sus atildados –o por lo menos así considerados- opositores porteños. Con todo, esta descripción, examinada con atención, nos está indicando un estilo civil muy urbano, no exento de cierta distinción. Lo de zapato y media blanca implica el uso del calzón, no pantalón, prenda propia de la clase acomodada. Sin dudas, Artigas no era un “sans culotte”.
Estas referencias, por otro lado, no deben hacernos pensar en una falta de uso emblemas de grado, precisamente se marca en los momentos que falta, Como era algo natural, cuando se menciona un grado de un oficial no se refiere normalmente si porta los emblemas correspondientes o se describe al detalle éstos, dando por supuesto que son conocidos. Sería en consecuencia más fácil para el investigador que el documento mencionara cuando un oficial tiene o no el símbolo de grado y como son estos. Lamentablemente las cosas no son tan fáciles. A pesar de ello, en la búsqueda documental, tenemos al menos un caso del período inicial donde se indica a un oficial que portaba los grados a pesar de que aparentemente no vistiese el resto del uniforme.
En medio del conflicto entre el Gral. Artigas y el Gral. Sarratea, tenemos un informe de Mariano Vega, fechado el 2 de enero de 1813 en Arroyo de Coquimbo, y dirigido a Sarratea manifestando que se vio obligado a abandonar la Comandancia que tenía a cargo pues al igual que pasó en otros pueblos, los oficiales y tropa desertaron con Artigas y estableciendo que
“…En medio de todas estas confusiones se pres.to al otro dia de salir los intereses del Estado, un tal Pedro Pablo Gadea con insignias de Alferez, y después de haberse expresado con insolencia contra ntro Gob.no y V. Ex.a como Repres.te de aquel se puso a solicitar de mi q.e negase la obediencia a ambos, y q.e solo obedeciese a S. José Artigas p.a cuyo fin dexaba convocados todos los demas Pueblos…”[ix]
Por otro lado, en este período, para uso militar y civil surge la que hoy conocemos como “Escarapela de Artigas”, hoy de uso exclusivamente militar.
La escarapela fue dispuesta por el edicto del Cabildo Gobernador Intendente de la Provincia Oriental del 31 de enero de 1816, con el fin de afianzar la idea de nuestra independencia y lucha común. Ésta se basaba en los colores artiguistas de la bandera de «los Pueblos Libres» que se enarbola en 13 de enero de 1815 en su Cuartel General de Arerunguá y es descrita en el oficio dirigido al gobernador de Corrientes del 4 de febrero de ese año así como sus banderas herederas como la de la Provincia Oriental.
El fin de las luchas artiguistas en 1820 no significó el abandono de muchas de sus características uniformológicas, que resurgieron en el período posterior.
De la Cruzada Libertadora a la independencia
En el re inicio de las luchas libertadoras, al igual que había ocurrido previamente, no se contó con muchos recursos para uniformar las fuerzas, sin embargo, y de acuerdo a los magros medios con los cuales se contaba, se buscó dar uniformidad a las tropas de acuerdo al espíritu de cuerpo de cada unidad, utilizándose diferentes uniformes para cada una.
Con los pobres medios materiales existentes, a pesar de que se prestaba toda la ayuda posible se logra salir adelante con tesón. Así el Cabildo de la Villa de San Fernando de la Florida ofreció sus resguardos y diezmos de contribuciones parroquiales, a pesar que la misma villa estaba pasando grandes dificultades.
Este hecho se produce en el marco de una serie de ofrecimientos de colaboración que se sucedían.
Las mujeres de Florida, colaborando de manera decidida al esfuerzo patriótico cosían ropa para las casi desnudas fuerzas orientales, permitiendo uniformizar el vestuario por unidad, y colaborando así a fortalecer el sentido de camaradería entre sus componentes.
Por su lado, los mismos oficiales, entre ellos los hermanos Juan y Andrés Spikerman, quienes habían formado parte de los Treinta y Tres Orientales, actuaban sin sueldo o con una retribución de carácter honorario, ayudando, en lo posible con su propio peculio a armar y vestir a las tropas bajo su mando.
En general encontramos que los oficiales, de acuerdo a los usos de la época utilizaban chaquetas cortas azules, con pantalón azul y botas y como cubrecabeza el sombrero armado o bicornio. Como en la época anterior, dominan los colores azul y rojo, utilizándose en el caso de los Dragones Libertadores el amarillo como divisa. El uniformólogo Alfredo Sansón ha reconstruido los mismos, algunos de los cuales reproducimos en esta página.
A partir de 1826, la incorporación de las fuerzas orientales al Ejército de las Provincias Unidas, llevó a que se adoptara el uniforme establecido por reglamento de 1826 para todas las fuerzas del mismo. Esto no evitó que siguiendo las costumbres de la época, en muchos casos se siguieron utilizando los uniformes previos hasta su desgaste final.
Estos uniformes son los que servirán de base a los que por primera vez se reglamentan para el Ejército Nacional en 1829; debiéndose considerar que posiblemente se realizara esta reglamentación para poder seguir utilizando las prendas que hasta el momento se tenían, evitando así un oneroso gasto al novel Estado Oriental
La Independencia: El Ejército Nacional en el siglo XIX.
EL primer reglamento de uniforme y el primer uniforme que se realizó.
Una vez lograda la independencia, y ante la necesidad de organización del Estado, se reglamentó el naciente Ejército Nacional.
Para ello, entre las medidas tomadas se uniformizaron las fuerzas del naciente Ejército Nacional reuniendo las fuerzas separadas del Ejército de las Provincias Unidas y las unidades componentes del Ejército del Norte del Gral. Rivera.
Con fecha de 20 de febrero de l829 un decreto dado en la Aguada se estableció con respecto al uniforme del Ejército: «Siendo más conforme al sistema militar la uniformidad en el vestuario de los cuerpos del ejército, el Gobierno provisorio ha acordado y decreta: Artículo 1o.- Habrá un solo uniforme para cada una de las armas de que se compone el ejército. 2o.- El uniforme de los cuerpos de cada arma entre sí, no tendrá otra diferencia que la del número que se marcará en el botón, en el escudo del morrión y en el color del penacho. 3o.- El Ministro de la Guerra queda encargado de la ejecución de este Decreto que se insertará en el Registro Oficial.»[x] El 22 de febrero de ese año, se estableció un «Reglamento de Uniformes e Insignias»:
«(…)»
Artículo 1.o – El Ejército del Estado usará el uniforme siguiente:
«Estado Mayor – Casaca larga azul celeste, peto y barra blanca collarín y botas morderé, vivos de lo mismo; una granada y una corneta entrelazadas en cada faldón de la casaca; botes con las armas del Estado: centro blanco y azul liso, sombrero armado, con penacho blanco, bota con espuela clavada
Artillería ligera – Casaca azul derecha, collarín, barra y vivos colorados, bota azul de pico, granada en los faldones, centro blanco y azul, el segundo con galón, bota con suela clavada, morrión con guarnición, penacho colorado.
Caballería – Casaca corta de paño azul derecha, collarín, barra y vivos colorante, bota azul de pico, granadas en los faldones, centro blanco y azul, el segundo con galón, bota con espuela clavada, morrión con guarnición, penacho colorado.
Cazadores- Casaca corta azul, peto, collarín, barra y bota verde, vivo mordoré, cornetas en los faldones, centro blanco y azul liso, morrión con guarniciones, penacho verde.
Infantería de línea – Casaca azul larga derecha, collarín colorado, barra y bota azul y blanco, vivos blancos, centro azul y blanco liso, morrión con guarnición, penacho blanco y colorado.
2.o – Los cabos que se usen en los diferentes armas de que se compone el ejército serán colorados.
3.o – El Ministro Secretario de la Guerra queda encargado de la ejecución de este Decreto que se insertará en el Registro Oficial.”.
Como primera observación debemos establecer que no se intentó crear un uniforme diferente al que se venía utilizando como parte del Ejército de las Provincias Unidas, sino que se optó por adaptarlo. Si bien el corte de ambos se ha reconstruido en forma diferente por parte de algunos uniformólogos, si comparamos este reglamento con el argentino de 1826 presenta numerosas coincidencias.
En esta descripción, debemos aclararlo, se refiere a la ”bota” como bocamanga, o sea la parte final de la manga. Por otro lado, al mencionar el color “morderé” se estaría refiriendo a un marrón cobrizo, como se define internacionalmente, y no como se utiliza actualmente para determinar un color rojo oscuro. Igualmente el “colorante”, es el color de ante, que se ha reconstruido como un amarillo dorado.
Por otro lado, al hablarse de “centro blanco y azul liso”, se está aludiendo al pantalón al decir “centro” se refería al pantalón, siendo el de verano blanco y el de invierno azul.
Un dato de interés, que muestra la complejidad del tema, el uniforme del Estado Mayor, en la versión que transcribe Pedro de León en su “Recopilación de Decretos Militares desde el año 1828 hasta 1889” presenta diferencias con otras fuentes normativas auténticas. Entre otras cosas encontramos que el ”..sombrero armado…”, que conocemos comúnmente como bicornio, en otro caso se establece “morrión con guarnición, pompón colorado.” [xii]
Otro dato de interés es el referente al el color distintivo de Arma de la Infantería de Línea que era, como procedía de la tradición anterior, el blanco, siendo solo el de la Infantería Ligera verde. Esto nos interesa pues, como la unidad de Línea prevista no surgió mientras estuvo vigente este reglamento, siendo la generatriz de la Infantería nacional el Batallón 1º de Cazadores, fue el color verde el que se impuso como distintivo del Arma.
Finalmente, si comparamos este reglamento de uniformes con el de Milicias aprobado del 20 de marzo del mismo año, encontramos ya desde el comienzo que el color distintivo de las Milicias en todos los casos es celeste, con los cabos plateados, manifestando una clara distinción con el Ejército de Línea.
Con respecto a la definición de identificación de grados, encontramos dos situaciones, un decreto específico para oficiales y la aplicación por defecto de normas anteriores para el personal subalterno.
En el caso de las insignias de jefes y oficiales, por decreto del 26 de febrero de l829 se establece:
«Siendo necesario que los jefes y oficiales del Ejército del Estado, tengan en su uniforme las divisas e insignias particulares que los distinguen en sus clases, así como el que sea conocido el carácter que representan cada uno, y en que deban considerarlos en los cuerpos en que revistan, el Gobierno Provisorio ha acordado y decreta:
Artículo 1º. El Coronel usará charreteras todas doradas, la pala con dos palmas bordadas de realce de hilo de plata; una estrella en la parte más ancha, y más arriba las armas del Estado, lo mismo que las palmas.
El Teniente Coronel, charreteras doradas de un mismo color; dos estrellas blancas doradas en cada pala.
El Sargento Mayor, las mismas charreteras con la la diferencia que llevará una sola estrella en cada pala.
Capitán, espoleta dorada en el hombro.
Teniente, una espoleta dorada en el hombro derecho.
Sub-Teniente s y alféreces la usarán en el hombro izquierdo, lo mismo.
Art. 2º . Desde la clase de Coronel hasta la de Sub-Teniente inclusive usarán la faja punzó de seda con borlas de oro en los extremos.
Art. 3º – Todos los Jefes y oficiales del ejército usarán sombrero armado con guarnición dorada, los primeros con plumas negras a la orilla del ala y los segundos sin ellas.»
Este reglamento, con adiciones, como la definición de uniformes y emblemas de grado de Generales y Coroneles Mayores por decreto del 9 de octubre de 1832 o la modificación en las insignias de los oficiales subalternos establecida por decreto del 29 de noviembre de 1832. A su vez por decreto del 27 de marzo de 1833, cuando se aprueba una propuesta del 20 de ese mes se aceptaba, para tornar menos oneroso el gasto para los oficiales en los uniformes de diario de
“…el uso de galones de la vuelta de la manga tal como en la República Argentina…”
Por otro lado, en el período inicial no se hace referencia a los grados del personal subalterno, con lo cual debemos suponer que se seguían utilizando los del período de unión al Ejército de las Provincias Unidas que seguía la reforma de 1817.
En este ámbito en 1817 se habían modificado los emblemas de grado de sargentos y cabos, apareciendo los grados en los brazos que, como colocación, se mantendrán por todo el siglo XIX y XX. En este sistema se establece para sargento 2º un galón de plata u oro según el color del botón, con vivo grana, colocado sobre la parte superior del brazo derecho. Para sargento 1º dos galones en la misma forma con un intervalo de ½ pulgada. Para cabos 2º un galón de lana del mismo largo y ancho colocado sobre el antebrazo oblicuamente, de costura a costura desde el codo hasta el borde superior de la manda y sin vivo. Para cabo 1º dos galones de la misma forma con el mismo intervalo.
Esta situación recién cambia por el mismo decreto mencionado antes del 27 de marzo de 1833 que establecía entre otros cambios para los sargentos y cabos:
Para los sargentos se dejan los distintivos utilizados hasta el momento en el uniforme de diario, (debemos suponer los que propondrían del reglamento argentino de 1817). En caso de uniforme riguroso (gala) los sargentos 1º tendrían dos charreteras con pala y fleco de gusanillo de seda pero sin el esmalte de color de los cabos del uniforme, para los sargentos 2º una del mismo material con forma de capona a la izquierda.
Para el cabo de 1º “dos galones de cinta o paño de color de los cabos del uniforme colocados transversalmente desde la parte inferior del brazo derecho inmediata al codo hasta la orilla de la vuelta de la casaca tirando para la parte superior del brazo” Para cabo 2º “uno solo colocado del mismo modo”
Ahora bien, culminado este breve análisis de los primeros uniformes oficialmente establecidos, y demostrando la complejidad del tema, tenemos que efectivamente se utilizaron también toda una serie de uniformes no reglamentados pero que fueron pagados y recibidos por el Ejército Nacional. Este tema, sumamente interesante se basan en los documentos de contratación a particulares por parte del gobierno de una serie de vestimentas militares para Infantería y Caballería, incluyendo también los músicos de los mismos, al igual que la descripción de los uniformes de diario, que en la documentación oficial no aparecen. Este tema, tratado parcialmente en dibujos por el uniformólogo Alfredo Sanson, ha sido investigado por el lamentablemente fallecido profesor de historia militar Ruben Álvarez Massini en profundidad.[xvi] Sin que nos podamos extender, es una interesante muestra además de las posibilidades y limitaciones de confección de vestuarios militares en la época.
La evolución posterior en el siglo XIX
La evolución del uniforme en el Ejército Nacional posterior a este inicio fue compleja; signados los primeros años de la misma por las luchas civiles. En este proceso, se produjo una diferenciación de las diferentes unidades que componían el Ejército Nacional, perdiéndose la impronta de unidad por Arma originalmente buscado. Ya en la presidencia del general Rivera, en 1831 se cambia el uniforme de Infantería, coincidente con la disolución del Batallón 1º de Cazadores y la creación de una unidad de esa arma de Línea.
A la vez se produjo una simplificación del vestuario y de los emblemas de grado, acorde con las penurias del erario público y de las economías de los oficiales así como por las mismas necesidades de guerra. El usar un uniforme muy vistoso significaba aumentar el peligro de ser atacado en el combate. Es así que el mismo gobierno de la Defensa se preocupó del tema y por orden general del 15 de setiembre de 1843 se estableció que ante la proporción mayor de muertes de oficiales que de personal de tropas en los enfrentamientos, y a pesar de la valentía que demuestra este hecho, y sabiendo que puede deberse a que su uniforme se distingue del resto, se estableció para los oficiales subalternos que usaran en combate
“…camiseta de tropa de las que usan en el combate y a las que se podrá añadir uno, dos o tres cordones, según su grado para ser conocidos por los soldados.”[xvii]
Por su lado el Ejército del General Oribe, sin ser el del Estado Uruguayo, portaba sus propios uniformes, donde dominaba el rojo pues en Argentina, controlado por el Gobernador de Buenos Aires, Gral. Juan Manuel de Rosas, el cual apoyaba al gobierno del Sitio, este color, que en Uruguay representaba al partido Colorado, allí indicaba la condición de Federal, frente al Partido Unitario.
A la vez se produjo una simplificación del vestuario y de los emblemas de grado, acorde con las penurias del erario público y de las economías de los oficiales así como por las mismas necesidades de guerra. El usar un uniforme muy vistoso significaba aumentar el peligro de ser atacado en el combate. Es así que el mismo gobierno de la Defensa se preocupó del tema y por orden general del 15 de setiembre de 1843 se estableció que ante la proporción mayor de muertes de oficiales que de personal de tropas en los enfrentamientos, y a pesar de la valentía que demuestra este hecho, y sabiendo que puede deberse a que su uniforme se distingue del resto, se estableció para los oficiales subalternos que usaran en combate
“…camiseta de tropa de las que usan en el combate y a las que se podrá añadir uno, dos o tres cordones, según su grado para ser conocidos por los soldados.”
Por su lado el Ejército del General Oribe, sin ser el del Estado Uruguayo, portaba sus propios uniformes, donde dominaba el rojo pues en Argentina, controlado por el Gobernador de Buenos Aires, Gral. Juan Manuel de Rosas, el cual apoyaba al gobierno del Sitio, este color, que en Uruguay representaba al partido Colorado, allí indicaba la condición de Federal, frente al Partido Unitario.
El fin de la Guerra Grande en el territorio uruguayo indicó el surgimiento de un uniforme para las fuerzas orientales. El Ejército a través de una división colaboró en la caída del gobierno del general Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires, con destacada actuación en Monte Caseros, el 3 de febrero de 1852. El uniforme se componía de casaca corta roja, collarín, vivos, bota y barra negra. Cabos (botones, hebillas y pasadores dorados), cornetas (amarillas para tropa y doradas para oficiales) en los faldones de la casaca, centro blanco. Morrión negro con pompón rojo, escarapela nacional azul-celeste, aro rojo de tafilete en la base.
Modernamente este uniforme ha sido recuperado como histórico por el Batallón “Resistencia” de Infantería Nº2.
El período posterior se caracterizó por el surgimiento de diferentes uniformes, algunos de gran lujo como el establecido por decreto del 8 de noviembre de 1858 para la “Escolta del Presidente de la República” que entre otros aspectos llamativos, contaba con casco bronceado, garzota negra de crin y penacho punzó como cubrecabezas, así como casaca punzó con vueltas y barra turquí, botones dorados y 7 alamares de lana amarilla para la tropa y de igual número pero de oro para los oficiales, guantes de ante, pantalón blanco y bota de montar.
La guerra civil de 1863-65 obligó a nuevas normas, buscando unificar criterios y simplificar su producción. Se establecieron por decreto del 27 de marzo de 1863 el tipo de vestuario y color del Arma. Allí se fijaba para la Infantería el verde, la Artillería el punzó, Caballería amarillo y Guardias Nacionales celeste
La precisión en la cantidad de botones nos lleva nuevamente al tema de la moda de la época, variando su número, a 9 y 11 comienzos del siglo XX.
En el otro conflicto internacional en el cual las fuerzas uruguayas se vieron envueltas podemos encontrar nuevamente variedad de uniformes. La “División Oriental” conformada especialmente por el Arma de Infantería participó en la Guerra del Paraguay. Las unidades que componían esta fuerza vestían diferentes uniformes, no solo según Arma sino la unidad.
Existía un predominio del azul en el uniforme de parada de la Infantería, cuyos uniformes se distinguían fundamentalmente por el morrión, penacho y el pantalón. De esta forma el atavío se componía de levita azul con vueltas verdes y vivos mordoré, pero en el caso del Batallón “Florida” el penacho era verde y el morrión y pantalón mordoré con franja verde, mientras en el “24 de abril” el pantalón era azul con franja verde y el morrión azul también con franjas verdes y penacho rojo.
En el caso del Batallón ”Voluntarios de la Libertad” la vestimenta resultaba aún más diferente, puesto que utilizaba casaca azul y pantalón rojo, boina como cubrecabeza, blanca para el oficial y roja para el personal de tropa. Así aparecen en el primer plano del cuadro sobre la batalla de Yatay de Diógenes Hequet.
El uniforme de campaña, de brin, era fundamentalmente igual para todas las unidades, distinguiéndose por el cubrecabeza con el color de la unidad.
En este período tenemos también el uso de divisa como elemento oficial del uniforme de la División Oriental: Por decreto de 15 de marzo de 1865 se había establecido el cese de uso de divisa colorada en los cuerpos e individuos pertenecientes al Ejército Nacional, costumbre heredada de las fuerzas revolucionarias victoriosas en la guerra civil de 1863-65. Por decreto del 26 de julio de 1865 a su vez se establece que para el “Ejército Nacional de Operaciones del Paraguay” el uso de una cinta punzó con el lema “Ejército Oriental” en el kepí o gorra. Los jefes y oficiales llevarían el lema en oro o plata mientras que la tropa usaría letras negras. La escarapela nacional debía utilizarse en el costado izquierdo del cubrecabezas, encima de la cinta.
Como última observación al reglamento de 1863 podemos considerar que en su breve texto, y tratando de economizar recursos, de describe en detalle solo la casaca, prenda principal del uniforme, sin referirse al pantalón o al cubre cabezas.
A la vez, comienza en este período a utilizarse un tipo de prenda militar que es producto de la influencia militar francesa, las conocidas “bombachas”, utilizadas por los “zuavos” de ese ejército; y que fueron importadas a nuestro país convirtiéndose en un elemento característico también de los habitantes del ámbito rural. Como una cita de interés, en el nuestro tema, recordemos que el investigador Fernando Assunçao en su obra “Pilchas Criollas” se refiere a bombachos a lo chino en el campo sitiador de Montevideo en 1843.
A nivel de Oficiales, la influencia francesa se mantiene con toda fuerza, dando como consecuencia uniformes con cierto lujo y un corte cuidado pagado en general por los propios usuarios del mismo.
En la Revolución de “Las Lanzas” (1870-72) liderada por el Gral. Timoteo Aparicio, el Ejército Nacional mantiene características generales del período anterior.
Hacia el final de la campaña militar de 1870-72, se procedió a implantar un nuevo “Reglamento Interno para las Oficinas del EMG” creado por el Teniente Coronel de Artillería Juan Manuel de la Sierra, del cual se reproduce la parte del “Reglamento de uniformes, divisas e insignias” del mismo aprobado el 10 de febrero de 1872 y comunicado en la Orden General del 20 de ese mes. Es mucho más extenso con respecto a los reglamentos previos, permitiendo un mayor detalle en las descripciones. Precisamente en su primer artículo establecía la unicidad de uniformes dentro de cada Arma.
A pesar de su minuciosidad, y también por ello, dejando menos posibilidades para las adaptaciones que se realizaban de hecho en el marco general de los reglamentos anteriores, éste tuvo numerosas adiciones y correcciones.
En 1881 se estableció una revisión general del reglamento entrando en vigencia uno nuevo a partir de enero del año siguiente, también, como los que le sucederán, exhaustivos en sus descripciones escritas. Este reglamento, también modificado, dejó paso uno nuevo aprobado el 5 de setiembre de 1889.
Sin podernos detener en detalles, como pasa en los anteriores, en este caso es interesante la nota del ministro de Guerra y Marina presentando el proyecto con fecha 3 de diciembre de 1888, donde consideraba necesaria la reforma, luego de consultar los usos en los ejércitos europeos, pues:
“Me á impulsado a ello el considerar que en el actual Reglamento se señalan uniformes que no son necesarios, así como algunos otros que á causa de su costo excesivo, son sobremanera onerosos para las diferentes clases del Ejército.”
Un elemento interesante de ese reglamento es que es está acompañado por grabados con los diferentes modelos de las armas portátiles reglamentarias, aunque lamentablemente sin dibujos de los diseños de vestuario. Con respecto a los emblemas de las Armas establecía: para Artillería de Plaza una bomba con llamas; Artillería de Campaña, dos cañones cruzados con una bomba con llama entre los mismos y una pila de balas en la parte inferior; Infantería, una cornetilla; Caballería dos lanzas cruzadas con banderolas; Colegio Militar, estrella con cinco puntas; Ingenieros, un castillo.
Vestimenta reglamentaria y uso de elementos no reglados en las luchas civiles de fines del siglo XIX
Con el cambio de siglo, detengámonos un momento en considerar un período de luchas en los cuales se muestra la realidad del uso del uniforme, o la falta de él, frente al texto de los reglamentos, sobre los cuales se tiene a poner valor de prueba más importante.
Para ello hagamos un paneo con respecto a las campañas militares de 1897 y 1904.
Para comenzar, debemos comprender que el uso de prendas no reglamentarias fue común en numerosas épocas, sea por necesidad, ante la falta de recursos o el desgaste del mismo en la campaña militar, sea por intereses partidarios o la propia idiosincrasia de quien lo usaba, y este período no fue una excepción.
En este punto tenemos diferentes ejemplos de utilización de uniformes no reglamentados o de adiciones a los reglados; así como el empleo de vestimenta exclusivamente civil, particularmente en los oficiales superiores. Esto bien puede deberse a que entre estos usuarios predominaba más su interés de demostrar adhesión al partido Colorado –gubernamental por entonces- que su pertenencia al Ejército Nacional. Tampoco debe dejarse de lado el hecho de que muchos de estos oficiales habían obtenido su grado y mando en razón de su fidelidad política; por ende eran escasos aquellos que tenían la costumbre de endosar el uniforme reglamentario.
Es muy notorio el caso del Gral. Pablo Galarza, el cual era reconocido a distancia por su uniforme totalmente rojo y sus botas color avellana así como su sombrero con la divisa colorada. Este uniforme se conserva en el Museo Militar “Teniente General Pablo Galarza” del Regimiento “Teniente General Pablo Galarza” de Caballería Blda. Nº2 en Durazno, donde también se puede observar el óleo del artista plástico pedro Blanes Viale donde se lo representa con tal atavío.
Otro caso diferentes es el del Gral. Justino Muniz, caudillo blanco, pero oficial del Ejército Nacional y al servicio del gobierno colorado. En su descripción de 4 de enero de 1904 el Tte. Campos, en su “diario”, lo muestra con vestiduras de paisano, todas negras:
“…Trae poncho rodeándole el cuerpo por los riñones y caído como culero; sombrero negro sin divisa, bombacha negra; saco como de rutina y pañuelo negro al cuello…”xx
La falta de divisa nos lleva a rememorar el regalo que le realizó su hijo, Ángel Muniz durante la campaña militar de 1897, mostrando la complejidad de la situación y la interacción de los aspectos militares y partidarios en estas luchas, una divisa colorada con letras blancas que decía “¡Viva los Blancos!”[xxi]
Este no era el único caso en las fuerzas del Ejército del Sur. El mismo Campos, pocas páginas después, y luego de mencionar a oficiales de guardias nacionales vestidos de paisano, establece su desagrado porque llamado para el servicio del Cnel. Buquet, jefe de Estado Mayor de la fuerza, y primer coronel egresado de la Escuela Militar, lo encuentra también vestido de civil.[xxii]
En un nivel de testimonios visuales, encontramos en las fotos de estas campañas el uso de boinas, que en fotos coloreadas aparecen como coloradas, y de las cuales tenemos explicación en un fragmento repetidamente utilizado del Cnel. Venancio Guillermo Etcheverry, que recuerda en su Diario con respecto a los componentes de varias de las fuerzas que iniciaron su marcha el 18 de junio de 1897 el uso de boinas coloradas, que contrastaban con el uniforme azul. Conocedor del aspecto anti reglamentario, intenta explicarlo desde un punto de vista práctico, tratando separar el aspecto político
“La boina, es cierto, no es prenda autorizada por el reglamento del uniforme militar, pero es un gran abrigo. Es roca para el viento y estufa contra el frío. Es económica, liviana, cómoda y durable.”[xxiii]
En este uso anti reglamentario, aparentemente colaboró el propio gobierno que distribuía materiales no oficializados. Sabemos que la fuerza había recibido, al menos para los oficiales, boinas rojas, -con inclusión de la divisas de grado- como parte de los suministros, en el cual se entregaron otras prendas que no correspondían al reglamento de uniformes vigente. El entonces Tte. 1º Jaime Bravo, en la entrada de su “diario” del 19 de abril de 1897 escribe:
“…Se ha distribuido al batallón por la Mayoría, ropa en la forma siguiente: a los oficiales bombacha negra, y tricota, boina colorada con galones y borla dorada según el grado; a la tropa bombachas de paisano, tricota, camisa de género, un par escarpines, uno idm calzoncillos y un polí de paño con aro verde·[xxiv]
Un caso diferente es el de uniformes creados “ad hoc”, como el que describe para sí el Tte. Campos como miembro de la 1º Batería del Platel de Artillería, confeccionado para ser utilizado en la parada militar del 25 de agosto de 1897 donde se produjo el asesinato del presidente Juan Idiarte Borda:
“…pantalón azul sajón, de punto, con franja roja, botas de charol y espuelas, dolman negro de paseo con alamares, hombreras de oro y como si esto fuera poco, se introdujo la innovación de usar kepí con penacho rojo en vez de “chakot” reglamentario de artillería ligera. Dado la anormalidad de la situación y lo caro del hermoso uniforme que nos correspondía se justificó esta trasgresión…”
Desde el Fin de la Guerra Civil de 1904 a la actualidad
La Primera mitad del Siglo XX
Con el fin de la campaña militar de 1904 se aprobó un nuevo reglamento de uniformes. Éste, el primero del siglo XX, que termina con las modificaciones parciales acordadas al de 1888, tiene diferentes novedades. Entre ellas se estableció para las divisas de grado del personal subalterno un sistema de jinetas[xxvi], llamadas en el mismo “ginetas”. Para sargento 2do y sargento 1ro, formando un ángulo de 45º, y de escuadras para los cabos 2dos y cabos 1ros. En el caso de los cabos, si bien se toma un nombre utilizado posteriormente, la forma es diferente, pues tienen un diseño romboidal, con los ángulos agudos de 45º.
Por otro lado, se establecieron además para los soldados distinguidos una estrella en metal blanca de cinco picos, y para los apuntadores de artillería una granada de paño color escarlata, en el caso de los jefes apuntadores, bordada de oro. Con respecto al cubrecabezas, se afianza el uso del quepí en lugar del chakó. Este era un reclamo hecho desde hacía mucho tiempo, pues el chakó, con su forma, resultaba problemático en su uso práctico, En 1896 el militar e investigador general José Luciano Martínez, observaba:
“Nuestros militares ha podido palpar la importancia capital del uso de un Kepis que produzca mas ventajas que el actual, y en atención a los múltiples beneficios que reportan, optan por el francés. El Kepis fue el que sustituyó al antiguo chacó en la infantería francesa.” Agrega luego el autor “Las distinciones que hemos hecho notar traen como resultado la diferencia entre el aspecto elegante de la nueva pieza y el que presenta esa especie de “gorra de vasco antigua” que está reñida con el uniforme marcial del militar.”[xxvii]
El 20 de diciembre de 1915, se suplió una gran carencia al agregarse una nueva Arma al Ejército Nacional: la de Ingenieros, con la creación del Batallón de Ingenieros Nº. 1. Esto originó el surgimiento de un nuevo color distintivo de Arma, el negro, y una serie de nuevos distintivos relacionados con esta Arma.
Como dato de interés, en el Reglamento de Uniformes de 1916, aparecido en la Memoria del Ministerio de Guerra y Marina correspondiente, se establece el primer símbolo de los Ingenieros, que no es la torre como actualmente, sino el peto y el casco.
El cambio al emblema actual de Ingenieros se aprueba en los años subsecuentes. En esta Arma, por Ley Presupuestal Nº 7819 del 7 de febrero de 1925 se unificaron las designaciones de las batallones de Ingenieros y se los numeró del 1 al 4; y por resolución del 30 de junio de ese año, a su vez, se estableció que el emblema único del uniforme de las unidades del Arma de Ingenieros sería la torre, ya en uso por algunas de ellas, con el número calado en el centro; y que fue utilizado en el cubrecabezas de todo el personal de las unidades (superior y subalterno). Cesó su uso a partir de 1929.
Con respecto al “Reglamento de Uniformes y Monturas” aprobado el 25 de octubre de 1916, quizá sea el que presenta mayor detalle en su presentación, con una importante cantidad de láminas a color que complementan el texto.
En él encontramos una norma que presenta claras influencias francesas, incluido el uso del azul celeste (“bleu horizon”) en el uniforme y la continuación del uso de grados para oficial, de acuerdo al modelo de ese país; no obstante también pueden apreciarse posibles influencias alemanas secundarias.
Como primera referencia de interés, en este caso, se cambia parcialmente el uso de colores establecidos desde el siglo XIX para las Armas constitutivas del Ejército, utilizando el rojo la Caballería y el amarillo la Artillería. Esta modificación no se mantuvo en reglamentos posteriores.
Por otro lado se realizaron los uniformes en el color llamado “gris azulado”, influencia indudable del uniforme francés de la época, dándole un toque diferente a los realizados con los reglamentos anteriores y posteriores.
En ese reglamento, por otro lado, se estableció como norma la “escarapela de Artigas” para el uniforme. Ésta sin embargo, no es la actual utilizada por el Ejército Nacional, sino una en la cual, las franjas azules y blancas quedan rectas, dando una imagen de un circulo recortado de una bandera desplegada.
En relación a la recuperación artiguista, aparece por primera vez la sección dedicada a uniformes de tradición histórica, estableciéndose por primera vez en forma clara el uniforme del Regimiento “Blandengues de Artigas” de Caballería Nº1
Entre otros elementos de interés encontramos el uso de emblemas metálicos utilizados en los cubrecabezas. En este ámbito encontramos, entre otras novedades, por primera vez en un reglamento el distintivo correspondiente a zonas militares, creadas en 1907, con una estrella de cuatro picos con un disco central en el cual se colocaría, calado, el número correspondiente a la zona. A la vez en las diferentes Armas, Servicios y Centros de Enseñanza encontramos variaciones o novedades. Entre otras cosas, y simplemente como ejemplo, en Infantería se distinguía entre los batallones -con dos fusiles cruzados, con disco central convexo donde se colocaba calado el número de la unidad, bordeando una corneta de cazador- de las compañías independientes donde se establecían solo la corneta de cazador y el disco calado central.
En este reglamento continúa un elemento que venía del siglo XIX y luego desaparecerá: la referencia al oficial “graduado”, o sea con derecho al grado superior pero sin ocupación efectiva del empleo equivalente lo cual implicaba, junto a los grados, un emblema específico que indicaba esta situación. En este caso y como ejemplo, en las presillas la estrella que indicaba el grado debía ser plateada y no dorada mientras en el caso de los alféreces a capitanes, además se sumaba que en la casaca esta diferencia se indicaba dando un diseño distinto a la estrella.
Con respecto a la definición visual de los grados, tomando por otro lado el caso del personal subalterno, en el Reglamento de Uniformes y Monturas aprobado en 1916, mientras las jinetas son similares a las de reglamento de 1905, las escuadras cambian, dejaron de ser romboidales para pasar a ser definidas como jinetas invertidas.
En todo este proceso, el uniforme del Ejército Nacional, como hemos aclarado ya, había tenido numerosas influencias, si bien la francesa era la dominante, no notándose casi la alemana, como ocurrió en otros países de la región. En la década del 1920 se habían dado modificaciones en los reglamentos de uniformes para adaptarse a las prendas inglesas compradas como sobrantes de la Primera Guerra Mundial. Una de estas modificaciones, aprobada por decretos del 7 y del 21 de julio de 1920, unió elementos del reglamento de 1916, como el uso del quepí, con adaptaciones necesarias al nuevo material.
El principal conjunto de reformas del reglamento de uniformes de 1916 se da con las “Ampliaciones y modificaciones a efectuarse en el Reglamento de Uniformes y Monturas” aprobado el 1 de diciembre de 1920, publicado en la orden general 2565 del 15 de diciembre de 1920.
Al final de este período se comienza además a utilizar al casco tipo “Adrian”. Es importante remarcarlo pues es uno de los últimos aspectos de la influencia directa francesa en nuestro uniforme. Con el escudo nacional en su frente, se consideraba un diseño eficaz, en especial en los planteos de conflicto del período pues había sido desarrollado en la lucha de trincheras de la Primera Guerra Mundial, sin embargo en nuestro país se hizo de aluminio y con limitada capacidad de defensa. En el uso de este tipo de casco nuestro país no fue una excepción pues este modelo fue utilizado por numerosos países.
Las trasformaciones de la década de 1940
Este período inicialmente corresponde a una imposición de la influencia estadounidense en los uniformes dentro de un cambio generalizado en este género de prenda Este hecho que se hace especialmente patente a partir de 1948
Entre otros se sustituye el ya referido casco de estilo francés por el casco M 1 de tipo estadounidense.
En 1948 tenemos una modificación del uniforme en el cual expresamente se establece un doble parámetro para la modificación considerando
“…razones de orden económico y práctico, así también como la necesidad de que nuestro Ejército siga, en la materia, la evolución observada en los Ejércitos más modernos”.
Entre los cambios podemos encontrar interesantes referencias algunas de las cuales se mantendrán hasta la época actual.
En primera instancia, encontramos alusiones directas a gorra y polí “tipo americano”.
Se sustituyó en la solapa del uniforme el cuartel con el color del arma por el emblema metálico correspondiente, teniendo los generales que colocar las palmas doradas.
Surgen diferentes emblemas para la nueva realidad funcional en el Ejército Nacional apareciendo el emblema de unidades moto-mecanizadas así como artillería antiaérea.
Con respecto a los grados de oficiales, presenta similitudes con el actual, aunque con diferencias también interesantes. Se abandona el uso de las barras y el penacho de plumas que venía del reglamento de 1928, utilizándose un sistema de soles de dos tamaños que posteriormente quedó solo para el oficial entre los grados de Alférez y Capitán.
El reglamento de uniformes de 1953 continuó el proceso anterior y por primera vez encontramos la especificación del uniforme femenino para oficiales de servicios auxiliares, aunque en el ámbito combatiente recién comenzará a usarse en 1998.
En este reglamento, por otro lado, en los grados de los oficiales, se establecen los que hasta hoy se utilizan, solo con variantes menores, si bien en de general de brigada luego se utilizó para el Teniente General, agregándosele una estrella más cuando éste es sustituido por el general de Ejército. Un hecho interesante es que se retoma la tradición de la vincha con plumas del escudo artiguista de la Provincia Oriental asumido por el reglamento de uniformes de 1928 y abandonado en 1948. A partir de este momento y hasta la actualidad, se utiliza solo para los grados de Mayor y Teniente Coronel junto a los soles.
A nivel de personal subalterno, el sistema varía por la ley de Presupuesto Nº 12.801 del 30 de noviembre de 1960. En el “Capítulo III: del escalafón militar” se establece un sistema de grados que ordenado de mayor a menor se conforma de la siguiente manera: Sub Oficial Mayor, Sargento de 1º, Sargento, Cabo de 1º y Cabo de 2º.
Los distintivos para estos grados son iguales a los establecidos por el posterior Reglamento de Uniformes Nº 50 de 1982.
Desde 1970 a la actualidad
A fines de la década de 1960 y en la de 1970 se comenzó a utilizar un uniforme con tela llamada “Panamá”. Si analizamos brevemente el utilizado por el personal Subalterno, existen diferentes uniformes según función y uso En general en las fotografías de la época aparece el uniforme tela tipo Panamá que corresponde al modelo Nº 10 de tropa de la reforma de uniforme de agosto de 1973 con: camisa manga larga o corta, camisaco, pantalón de campaña, polí con visera, botas cortas o altas color negro, calcetines negros y camiseta manga corta con cuello redondo.
En agosto de 1973 se estableció también un cambio en el uso de los grados para oficiales, que además de utilizarse en hombros, pasan a situarse como emblemas metálicos en el cuello de las camisas con un sistema de barras. Sin embargo esta reforma fue de corta vida, pues lejos de simplificar el porte del rango, lo complejizaba y lo hacía aún más evidente.
Asimismo los paracaidistas militares en agosto de 1976 causan una reforma en el uniforme considerando su especialidad.
Al mismo tiempo, la inclusión de la mujer en el ámbito operacional, y no solo profesional o administrativo, obligó a una re-adecuación de normas, incluyendo vestuarios de género, como la falda, o por situaciones específicas, como el embarazo.
A la vez el surgimiento del Arma de Comunicaciones en 1980, a partir del Arma de Ingenieros, nos presenta un nuevo color propio, el azul, así como otro emblema de arma: la antorcha sobre rayos cruzados en aspa.
En ese período encontramos junto al uniforme de un solo color los primeros usos de uniformes camuflados.
Los reglamentos de uniformes que se suceden, de 1982, 1986, 1991 y 1996, cambiando su categorización de RU 50 a RG 29-4 en el marco de los reglamentos internos del Ejército Nacional. Estos admitieron y continuaron los cambios que se venían produciendo, sufriendo, en especial el último, numerosas modificaciones hasta su sustitución por el reglamento aprobado en el año 2002 el cual mostró una profunda simplificación en los modelos y un predominio del definido como “operacional” para las diferentes actividades que realiza el militar.
Por otro lado el modelo de casco M 1 es sustituido por el casco PASGT (Personnel Armor System for Ground Troops- Sistema de Blindaje Personal para Tropas de Tierra).
En el período intermedio entre 1996 y 2002 surge a su vez, como modificación de reglamento de uniforme el escudo que finalmente fue aprobado como Escudo del Ejército, establecido según decreto 345/998 del 24 de noviembre de 1998 que modifica el Reglamento de Uniformes RG 29-4.
Por otro lado el crecimiento de la importancia de las misiones de paz significó el surgimiento de toda una serie de distintivos para indicar la participación en las mismas por parte de su portador.
Los cambios posteriores en la reglamentación, incluyéndola profundización en el uso del uniforme pixelado, utilizando pantalón y guerrera de cuartel y campaña camuflados, quepí camuflado con visera con un diseño general correspondiente al Army Combat Uniform norteamericano han marcado el desarrollo de una uniformología nacional que está en continua evolución y adaptación a las nuevas necesidades de un mundo cambiante.
Uniformes de Tradición Histórica.
Antes de concluir el presente artículo debemos considerar que en el ámbito de la tradición uniformológica del Ejército Nacional ocupan un lugar especial los Uniformes de Tradición Histórica.
En este ámbito cada una de las cinco Armas del Ejército Nacional ha recuperado el uniforme de un período que considera importante en su historia, cumpliendo además funciones de guardia de honor en el ámbito estatal.
REGIMIENTO «BLANDENGUES DE ARTIGAS» DE CABALLERIA No.1
Decano de nuestras Unidades militares, hunde sus raíces en nuestro pasado colonial con la creación del «Cuerpo de Blandengues de la Frontera de Montevideo» el 6 de diciembre de 1796. Escribe páginas de gloria en nuestra gesta independentista luchando al lado del Gral. José Artigas, quien había comenzado su carrera militar en esa Unidad el 10 de marzo de 1797. Los Blandengues siguieron a Gral. Artigas, luchando bravamente en Las Piedras y acompañándolo en todas sus campañas militares hasta su desaparición hacia 1820 por el triunfo de la invasión portuguesa en nuestro territorio.
Muchos de sus antiguos oficiales y soldados, se unieron posteriormente a las nuevas unidades que a partir de 1825 retomaron el ideal y la lucha artiguista para lograr, ahora sí, la independencia definitiva de nuestra patria.
Por Decreto del 22 de Agosto de 1910 se dispuso su renacimiento al tomar el nombre de «Blandengues de Artigas» el antiguo Regimiento «Escolta» No.1, con funciones de escolta presidencial. Se pasa a usar en este momento un uniforme basado en el que utilizó el Gral. Artigas.
BATALLON «FLORIDA» DE INFANTERÍA No. 1
Los antecedentes de esta Unidad pueden rastrearse hasta el Batallón de «Libertos Orientales», primero de esta Arma creado en el Ejército Oriental en 1825 en la Florida con morenos libres. En 1826 se lo denominó «Batallón 3o de Cazadores» (Infantería Ligera) encontrándose encuadrado en el Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En 1829 cambia su nombre a «Batallón 1º de Cazadores». El 18 de Julio de 1830 sus integrantes Juran la primera Constitución de nuestro país. Disuelto y vuelto a crear varias veces (1831, 1843, 1852, 1860) es definitivamente recreado en 1869. En 1898 pasa a denominarse «Batallón «Florida 1o de Cazadores» uniendo a su tradición fundacional de la Infantería del Ejército Nacional las glorias obtenidas en la Guerra del Paraguay por el Batallón Florida, comandado por el Cnel. León de Palleja que al retornar a la patria en 1866 se había fusionado por el 1º de Cazadores.
El uniforme con el cual esta Unidad Jura la Constitución de 1830 es recuperado entre 1920-1927 para los cadetes de la Escuela Militar de nuestro país.
El 25 de agosto de 1928, en oportunidad de inaugurarse el Monumento al Gral. Eugenio Garzón el Batallón «Florida» desfila con su antiguo uniforme, el cual ha mantenido hasta hoy, luciendo la condecoración obtenida en Ituzaingó y la medalla que se repartió en ocasión de la Jura de 1830.
Actualmente cumple, entre otras, funciones de custodia del Poder Legislativo.
BATERIA DE ARTILLERIA LIGERA 1830
La Batería de Artillería, fue creada por decreto del 24 de febrero de 1829 en el marco de formación del Ejército del naciente Estado Oriental del Uruguay. Sus primeros integrantes fueron experimentados veteranos fogueados en las duras batallas de nuestra independencia, siendo la más significativa y recordada la victoria de Ituzaingó, presea triunfal de las armas nacionales.
La Batería de Artillería pasó por muchos avatares a lo largo de su historia, su organización y designación cambiaron más de una docena de veces.
En 1976, en el marco de la recuperación histórica del Ejército Nacional, dentro del Grupo de Artillería de 105 MM. Nº 1 se creó la «Batería de Artillería Ligera- 1830», y el 30 de agosto del citado año en ceremonia solemne se hizo entrega a su personal de los uniformes históricos. Como la vieja Brigada de Artillería Ligera estuvo formada por veteranos de Ituzaingó sus componentes lucen hoy la condecoración alusiva a este hecho, al igual que el Bn. «Florida» de Inf. No.1.
El material artillero que utilizan es el cañón francés Canet modelo 1896, de retrocarga calibre 75 mm.
Actualmente cumple, entre otras, funciones de custodia del Ministerio de Defensa Nacional
COMPAÑIA DE ZAPADORES 1837
Aunque el Arma de Ingenieros se constituyó definitivamente en el siglo XX, existen importantes antecedentes en la historia de nuestro país.
En la época colonial existieron cuadros de Oficiales de Ingenieros con personal de tropa de otras armas. También encontramos escuadras de «gastadores», llamados «zapadores» en otros países.
En diciembre de 1813, el Gral. José Rondeau forma una Compañía de Zapadores Orientales compuesto por morenos. Elevada a la categoría de Batallón, desaparece en agosto de 1814. Esta Unidad correspondía al Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El 29 de octubre de 1837 fue creada una «Compañía de Zapadores», primera Unidad de esta Arma en nuestro Ejército. Su uniforme había sido establecido ya por Decreto del 14 de febrero de 1835.
Desaparecido en las luchas civiles producidas en los primeros años de la República, en 1865 se creó un «Cuerpo de Ingenieros Militares» de corta duración, destinado a las fortificaciones de la plaza de Montevideo.
El 16 de diciembre de 1915 el Arma de Ingenieros adquiere vida propia al crearse el Batallón de Ingenieros No.1, el Poder Ejecutivo lo refrenda el 20 de Diciembre de 1915, fecha del actual Aniversario del Arma de Ingenieros.
En 1976, por la misma resolución que crea la Batería de Artillería Ligera 1830, se forma la Compañía de Zapadores 1837 a partir de efectivos del Batallón de Ingenieros No.1.
Actualmente cumple, entre otras, funciones de custodia del Poder Judicial.
COMPAÑIA DE TELEGRAFISTAS 1923
Esta Compañía es la más joven de las Unidades Históricas. El 29 de noviembre de 1922 se forma el Batallón de Ferrocarrileros y Telegrafistas No.1 en base al Batallón de Infantería No.14.
Por Decreto del 25 de abril de 1923, se crea el Batallón de Ingenieros No. 4 (Telegrafistas) sobre la base de las Compañías de Infantería No. 2 y 7.
Luego de diferentes cambios de denominación, en agosto de 1973 pasa a denominarse Batallón de Transmisiones No.1.
Por Ley 14.987 del 7 de enero de 1980 se crea el Arma de Comunicaciones comenzando un nuevo período histórico de fecunda actividad.
Esta Unidad de Tradición Histórica porta el primer uniforme utilizado por el Batallón de Ingenieros No.4 (Telegrafistas) en 1923, recuperando el momento en que comienza a tomar forma definitivamente esta Arma. Por esta causa, este uniforme presenta el color negro como distintivo, correspondiente a Ingenieros, y no el azul, que hoy caracteriza al Arma de Comunicaciones.
En este caso, los dibujos no corresponden al uniformólogo Alfredo Sansón como en los casos anteriores sino al Sargento ® Danuel Cotelo.
Actualmente cumple, entre otras, funciones de custodia del Comando General del Ejército.
Algunas consideraciones finales.
Llegados a este momento, algo nos queda claro, el uniforme es un elemento en continua evolución, tanto con respecto a la sociedad donde actúa el militar, como en relación al avance de las técnicas militares y la capacidad económica de la institución donde actúan.
En este marco, a evolución que sufre este elemento lleva a una simplificación y optimización de su uso con el fin de identificar y a la vez proteger a su usuario, por lo cual los reglamentos de uniformes, apenas culminados, deben ser modificados, obligados por el elemento de cambio que se impone en una institución moderna.
Mucho quedo por decir en este breve texto, pero, precisamente, queda un amplio campo por explorar por quienes se siente atraídos por este complejo tema.